lunes, 7 de diciembre de 2015

VIAJE PELIGROSO, LLENO DE ESPERANZA



Edito la carta que Mons. Juan J. Aguirre, obispo misionero de Bangassou, que acompañó al Papa Francisco en África Central.
¡Gracias Papa Francisco por haber venido! ¿Cómo todo un Papa viene a pisar la tierra roja de este país ensangrentado por la sangre de tanta pobre gente?
Sin embargo, querido Papa Francisco, no quisiste chaleco antibalas, te subiste en el Papa móvil sin blindar, para que todos te vieran mejor y te pusiste a hablarnos de paz y reconciliación. Cosas sencillas pero que necesitábamos mucho volver a oírlas.
Recién llegado, pasaste por el mismo lugar en la avenida Combatant en la que, hace poco menos de un mes, representantes de  un grupo radical  fueron linchados con palos y machetes.
Tocaste a los niños desplazados, que han perdido casa, familia, escuela. Te paseaste entre ellos,  gracias porque  denunciaste sin paliativos que muchos de aquellos niños y jóvenes habían sido utilizados por criminales como carne de cañón y esclavas sexuales.
¡Entraste el mezquita de Koudoukou sin miedo a las balas! El Imán Layama Kobina no estaba allí porque se la tienen jurada incluso muchos de los suyos, pero la habían pintado y aderezado sólo para ti Papa Francisco, porque decían que era un gran honor que pisaras sus esteras con tus pies desnudos. Cinco minutos quisiste rezar donde suele predicar el Imán, en silencioso recogimiento.
Sólo después nos saludaste con una gran sonrisa. No sé si los violentos te escucharán, pero sé que los que te escuchamos  quedamos sobrecogidos. Lo mismo cuando hablaste en la escuela de Teología protestante y  te acercaste a la escuela musulmana.

Un Papa en Bangui sin chaleco antibalas cuando dos días antes los kalasnikof no dejaron de tronar  allí mismito, cerca de la Nunciatura.

Gracias porque nos has dado valor y esperanza, porque no te callaste, porque miraste a la cara a los pobres. ¡Ojalá que te quedaras para siempre!”.

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