lunes, 30 de marzo de 2015

LA FE SE VIVE EN COMUNIDAD




Y se vive en sus dos dimensiones. En su aceptación  de Jesús como Hijo de Dios y en el compromiso con el Reino de Dios  en la Tierra.
Me gustaría contarles la experiencia que desde hace 17 años estoy teniendo en el esfuerzo de acompañar la comunidad cristiana de cada capilla. Y en él hay cuatro notas  que me llaman la atención.
La primera el que la comunidad cristiana puede existir en cualquier ambiente.
La de Jerusalén creció en un ambiente de judíos ortodoxos. La de Corinto en una ciudad considerada en la antigüedad como una de las más corrompidas de aquellos tiempos. La de Roma existió en la capital del Imperio donde emperadores caprichosos llegaron a celebrar sesiones en el Circo Romano con crueles luchas entre gladiadores o exponiendo a los primeros cristianos a ser devorados públicamente por tigres y leones.
La comunidad cristiana nació en el desierto y en el vergel. Porque la Fe en Cristo sabe dominar todas las limitaciones.
La segunda, es que la comunidad cristiana de todos los siglos fue santa, pero que también tuvo sus Judas que por plata o ansias de poder la destrozaron. Realismo histórico que dice mucho bien de la sinceridad transparente de muchos de sus componentes.
La tercera que en el mundo moderno en el que está naciendo una   nueva época y como volviendo a los inicios de la Iglesia, para muchos la formación de comunidades pequeñas de ocho o diez personas es la mejor respuesta y expresión de cristianismo.
Y no es fácil comenzar a vivirlas. Todavía tenemos  internalizado dentro de nosotros demasiado  el  esplendor constantiniano de las grandes ceremonias, en la que acabamos siendo espectadores. Y esta es la cuarta nota de las comunidades cristianas de base. En ellas todos participamos y somos protagonistas. Su centro, junto a la Eucaristía, es la lectura comunitaria del Evangelio.


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