martes, 30 de julio de 2013

COMO SE DISUELVE LA SAL EN EL AGUA



Vivimos en tiempos de contradicciones, cosas nuevas y grandes dudas.

Dicen que comenzamos una nueva época que no es  como pasar la página de un libro, sino el buscarse otro.

Las conquistas ganadas  con muchos esfuerzos, por ejemplo las laborales, una a una van desapareciendo.

Lo que decíamos que nunca queríamos que se repitiera, se sigue repitiendo impunemente.

Hablo de todo esto, porque hoy celebramos el santo ára de Ignacio de Loyola, el fundador  de la Compañía de Jesús, mi familia religiosa dentro de la Iglesia Católica. Y como la considero “mi familia” (por  supuesto con  otras familias, partiendo de la que dio la vida, a las que quiero mucho), todos los años quiero dedicarle  un artículo en su día.

Y el tema va a ser  de cómo  actuar y reaccionar y quedarnos en paz en medio de las tormentas que nos rodean.

Como nadie Ignacio de Loyola trabajó y luchó para que existiera y viviera sus ideales la Compañía de Jesús. Pero, un día le presentaron esta cuestión. ¿Qué haría él si la Compañía de Jesús por la que tanto había trabajado se disolviera como un puñado de sal echado en el agua?

Su respuesta fue sencilla. Le bastaría un cuarto d e hora de oración para estar en paz.

Muchas veces me he preguntado sobre el secreto de esta medida. Tan sencilla y tan eficaz.

Y la mejor respuesta que me he dado es que Ignacio de Loyola no era un hombre vacío  haciendo muchas cosas. Tampoco, un hombre lleno de cosas y preso de ellas.

Ignacio de Loyola era un hombre tozudo por carácter y genética de su patria vasca  en todo lo que hacía. Pero, nada de esto le podía arrebatar la Paz que le daba Dios, lo más íntimo de lo más íntimo de su persona.

Ojalá, yo el primero, lo viviéramos.

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