Y, si se les obliga a esperar, los hambrientos se verán obligados a luchar para subsistir. Y, entonces, no habrá seguridad. O, cansados, buscarán la evasión en la droga y para conseguirla irán a robar y, entonces, no habrá seguridad.
Y si a esa hambre se la intenta ocultar, engañándolos con falsas promesa de políticos, entonces ya no tendrán esperanza. Y puede llegar un día en que tengan necesidad de hacer muros dentro de las ciudades, como entre EE.UU y México; Israel y Palestina para defender a la minoría de una mayoría indignada que no tiene con qué subsistir. Y, entonces, la inseguridad se transformará en guerra interna.
Tengo la esperanza humana y cristiana en que seremos lo suficientemente sensatos para resolver este inmenso desafío, aunque hasta el presente no vea entre nosotros muchas señales de ello.