jueves, 23 de septiembre de 2010

NO SABEMOS TRATAR LA INSEGURIDAD


Cuando nos golpea la delincuencia exigimos deprisa la ley del garrote. Ponerla en práctica nos exigiría otros diez Tacumbú superpoblados. Y Nicolás Clegg, el vice primer ministro británico lo ha dicho claro “Restringir las libertades no nos ha conducido por caminos más seguros”.

Como fenómeno social se está separando la delincuencia que causa inseguridad de lo económico y de lo social. El diputado socialista francés Julián Dray, decía que cada uno “elige su vida y algunos eligen volverse delincuentes”.

Otros hablan de la delincuencia como de una cortina de humo para disimular la crisis actual. Sin embargo, en tiempos sin crisis ya existía la delincuencia y bien fuerte.


Bastantes la achacan al fracaso de los jueces y policías. No es todo, aunque no los excusemos por su falta notoria de preparación. Algunos han afirmado que la única solución es la presencia policial “visible y continua” sobre el terreno. Y se han inventado las formas más diversas de hacerlo. Unas fracasaron por la falta de recursos económicos (se necesitaban más miles de policías).Otras porque el empleo de medios técnicos (desde las balas de goma hasta descargas eléctricas) los volvió súper violentos y la violencia crea más violencia y más inseguridad.

Así no nos queda más remedio que afirmar que la inseguridad causada por la delincuencia tiene fuertes causas económicas y sociales.

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